Quiero agradecer su escrito y animarla a seguir colaborando en la sección que ella prefiera y decida.
Todos sabemos qué son las decisiones, las tomamos a diario y desde muy temprana
edad. Creo que eso es lo que se conoce
como "libre albedrío".
Las decisiones sirven para que en diferentes momentos de
nuestra vida, y yo diría que casi continuamente, elijamos entre las diferentes opciones que se presentan ante nuestros ojos
con el fin de satisfacer nuestros deseos, mejorar nuestro status, o crecer como
ser humano.
Algunas son sencillas, por ejemplo, decido si para el desayuno
tomo magdalenas en lugar de pan tostado. O esta otra, prefiero llevar pantalón vaquero a traje y
corbata. Pero otras veces no son tan simples, ya que tienen un impacto en
nuestra vida mucho mayor que las anteriormente mencionadas.
Las razones que nos
llevan a tomar cada una de nuestras decisiones son personales o, mejor dicho,
deberían ser personales. En muchas ocasiones esas decisiones están
fundamentadas en estímulos externos que nos condicionan como si fuésemos el
famoso perro de Pavlov. Pero en las decisiones banales nunca damos
importancia a esos pequeños
condicionantes. ¿Qué importancia podrían tener?
Sin embargo en cuanto las decisiones se tornan
importantes o incluso vitales, esos pequeños detalles cobran una relevancia
mayor. Es entonces cuando una vez tomada una determinación surgen las tan
temidas dudas. ¿He hecho lo correcto? ¿Seguro que esta es la decisión adecuada?
¿Me estoy equivocando?
Dudar es humano, yo diría que incluso sano. Sin la duda el
ser humano no hubiese evolucionado. Nuestra capacidad de preguntarnos y pensar
fuera de lo establecido junto con la curiosidad es lo que, de forma generalizada,
hace que la sociedad avance.
Sin embargo, a veces surgen las dudas que, más que ayudarnos,
nos atenazan, nos paralizan y no nos dejan pensar más allá. Esas dudas son las que
nos inundan, no sólo de miedo, sino de pánico y son las que no nos dejan avanzar y crecer como persona. Son estas dudas
las que debemos evitar a toda costa.
Quiero creer que cuando
la mayor parte de la gente toma una decisión, sus intenciones son las
mejores, que ha tenido en cuenta las consecuencias a corto, medio y largo plazo
y que el objetivo de dicha elección no
es otro que la mejora. Todo ello dentro de sus posibilidades. Así pues, ¿Por
qué atormentarse?
Y, si bien es cierto que algunas decisiones son difíciles de
deshacer, la mayor parte de las veces son nuestros propios miedos los que nos impiden actuar. Es seguro que cualquier
decisión nos llevará a otra encrucijada y ahí tendremos la oportunidad de volver
a decidir si deshacemos, modificamos o tomamos cualquier otro camino.
¡Ojalá siempre decidiéramos correctamente! Pero el juego de
la vida se construye paso a paso y nadie conoce las respuestas de antemano. Es
verdad que la experiencia ayuda pero, ¿Quién dice que no podemos consultar a
personas de nuestra confianza, sopesar los pro y los contra, y al final decidir
nosotros?
Siempre es mejor actuar habiendo sopesado nuestras opciones
que quedarse parado esperando que el tiempo lo arregle todo.
Claro de Luna
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