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Primavera

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martes, 8 de noviembre de 2016

Expresividad (I)

Se podría hablar mucho acerca de qué parte del cuerpo es la más expresiva. Quizá sea la cara, o quizá la figura, pero hoy me llaman la atención, las manos.

Las manos dicen mucho de la persona, solamente hay que saber leerlas. Fuertes o delicadas, con dedos largos o cortos, proporcionadas o dispares, uñas cuidadas o mordidas... y tantos otros matices.

Hoy traigo unas manos que nos pueden llevar a engaño, parecen delicadas pero  a la vez son grandes y fuertes. Una fea cicatriz recorre la muñeca y parte del brazo; eso hace un poco más intrigante la interpretación del dueño (o la dueña) de estas manos.

Espero que disfrutéis elucubrando y sacando vuestras propias conclusiones.


lunes, 6 de junio de 2016

Pintar un cuadro

Realmente no hay un camino establecido para llegar a pintar un cuadro, pero he aquí algunos pasos para conseguirlo.

 El Encaje.-




La Mancha.-



 El resultado.-




Carletto

jueves, 21 de abril de 2016

El colchonero



Han pasado ¿Cuántos años? ocho, diez, quizás más. La espalda cruje y se resiente cada día a la hora de levantarse. Haces la cama y notas que el perfil de la misma se parece más al casco de un barco que a la superficie plana que recuerdas cuando compraste el colchón. Tienes un nuevo problema puesto que, sin lugar a dudas, hay que renovar el mismo; y eso no es esa una tarea fácil.

¿Conviene comprar uno duro, uno blando, de muelles, de espuma, de... ? Cuando vas a una tienda, ya sea especializada en una marca o bien multimarca, encuentras decenas de modelos, texturas, anchos, largos, materiales etc.etc. etc.

Claro que intentan ponértelo fácil... "Acuéstese un rato y elija el que le resulte más cómodo". Y ahí vas tú, que llevas no sé cuántos Km. recorridos a tus espaldas  y  todos te parecen ideales para el descanso diario.  La decisión no es baladí, no en vano nos pasamos un tercio de nuestra vida (algunos más) metidos en lo que los castizos llaman "el sobre", y lo malo es que cuando el objeto de deseo está en nuestro dormitorio y lo padeces noche tras noche, ya no hay marcha atrás.

Recuerdo otros tiempos en los que lo común era dormir en colchones de lana (borra se llamaba), y os puedo asegurar que era una delicia meterse en algo que se adapta perfectamente a tu cuerpo, que te da calor en las frías noches de invierno (en verano era otra cosa) y, lo más importante, eran eternos o al menos a mí me lo parecía. Claro que había algún que otro inconveniente, y éste no era sino el momento de hacer la cama cada mañana, ya que había que quitar toda la ropa (no había bajeras ajustables), remover y ahuecar el colchón y vuelta a poner toda la ropa en su sitio otra vez (os puedo asegurar que llevaba su trabajo).

Lo que me resultaba tremendamente excitante era la llegada del colchonero a casa para hacer el mantenimiento de los colchones. Recuerdo que era un hombre alto, fuerte, con pelo cano que raleaba en las sienes, entrado en años, con gesto serio y rudo, poco hablador, pero buen conocedor de su oficio.

La tarea comenzaba sacando toda la lana, se esparcía por el suelo y se vareaba con un  palo fino y flexible que llevaba al efecto, y que manejaba con soltura y destreza. Me imagino (pues no me dieron detalles de toda esta operación), que el objeto de dar de palos a la lana, era el de airearla y el de hacerla más ligera. Una vez hecho esto, se volvía a rellenar la tela que hace de revestimiento y que, en aquella época, solía tener franjas longitudinales de diversos colores (quizá por eso hay un club de fútbol al que se le denomina "colchonero"). Obviamente la tela había sido lavada, o bien se usaba otra totalmente nueva y confeccionada a tal efecto.

Una vez rellena la tela, y cosido el extremo por el cual se había rellenado el colchón,  venía la labor menos cansada.  En puntos estratégicos a lo largo y ancho de la tela había unos ojales, y el colchonero, provisto de una aguja de notables proporciones, pasaba de un lado a otro una cinta por cada uno de los ojales, de dos en dos, para luego atarla sobre sí misma con un precioso lazo. Me imagino (otra vez), que esto se hacía para contener de alguna manera la lana en compartimentos que, sin ser estancos, procuraban que ésta estuviera uniformemente repartida por todo el colchón. Y digo que esta labor era la menos cansada, porque se hacía sentado en suelo y yo podía ver  la cara del colchonero bastante más relajada que en las labores anteriores.

Por fin, allí estaba el colchón, ocupando buena parte del suelo, radiante como una nube de algodón de muchos colores, redondeado miraras por donde lo miraras, y diciendo "aquí te espero" , claro que no me dejaban saltar sobre el mismo, ni entonces ni una vez puesto sobre la cama.

No creo que queden colchones de lana ni, por supuesto, colchoneros. ¡Ah, otra cosa que pasa al olvido!  Dentro de poco sólo se podrá encontrar referencia de este oficio y de este tipo de colchones en los libros, pues las generaciones que lo conocieron también habrán agotado su tiempo.

En fin, cuando compre el nuevo  me acordaré de mi viejo colchón de lana, y espero que esta vez no me equivoque al elegirlo.

Carletto

martes, 9 de febrero de 2016

Laguna Negra


Por el título parecería que el dibujo iba a representar alguno de los maravillosos ángulos que ofrece la Laguna Negra (Soria), pero no es así. Se trata de un tramo de un pequeño recorrido que parte y muere en la dicha laguna, pero apartándose de ella, y en el que podemos admirar parte del paisaje que la circunda. Es un paseo más que una ruta, estando perfectamente bordeado por la valla que se refleja en el dibujo.

Si todavía no habéis tenido la oportunidad de visitarla, os lo recomiendo. Si os acercáis en coche, y dependiendo de la época, hay que abandonar éste a cierta distancia para luego, por un tramo asfaltado y en continua pendiente, acceder al tesoro escondido que esconde la montaña, esto es, la laguna bordeada por su maravilloso circo glaciar. De la laguna sale una senda que lleva a los picos de Urbión, pero eso es otra historia. Para el común de los mortales, el llegar a este espectacular paraje ya es suficiente.

Podéis encontrar mucha más info en las decenas de páginas web que existen.

Ciao,
Carletto

martes, 26 de enero de 2016

El retrato



Hace tiempo que no publicaba nada escrito. Hoy publico una reflexión un poco particular sobre cómo han cambiado los parámetros de nuestro sentido del ridículo.

A nadie se le escapa que hacer una foto hoy en día está al alcance de casi todo el mundo. Aquel  que tenga un móvil en sus manos tiene la posibilidad, y de hecho la aprovecha, de hacer fotos a diestro y siniestro. Además se tiene la doble ventaja de que es gratis e inmediato. ¿Cómo resistirse a hacer o hacerte una foto con estas premisas? Imposible. Es más, no nos quedamos ahí sino que también nos ocupamos de hacerla pública, bien en nuestro perfil de alguna de la herramientas de mensajería instantánea, bien en las redes sociales o, sin más, se la enviamos a nuestro círculo de amigos y familiares.