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miércoles, 2 de octubre de 2013

Émulo



Otro de los recuerdos que me quedan de mi niñez viene asociado a la palabra “Émulo”, una palabra que ya casi no se utiliza, o al menos se oye muy raras veces.

Si cogemos el diccionario de la RAE, nos dice que émulo es:

“Competidor de alguien o de algo, que procura excederlo o aventajarlo”

Si alguien se pregunta por qué tengo asociada esta palabra a mi niñez, la explicación no puede ser más sencilla. 
El colegio donde estudié tenía la costumbre de emparejarnos, de modo que, todos y cada uno teníamos un émulo con el cual debíamos de competir para obtener más puntos que él. Los puntos se ganaban, o se perdían, si contestabas  bien, o mal,  a las preguntas del profesor; y se adjudicaban como puntos “buenos” o como puntos “malos”. También se podían obtener puntos buenos o malos por el comportamiento, pero eso era  más subjetivo del maestro y no siempre se repartían de la forma correcta.

Algo parecido lo encontramos en Harry Potter, aunque en el caso del Colegio de Magia y Hechicería, los émulos eran cada casa en su conjunto y no cada uno de sus miembros de forma individual. Al final, el director Dumbledore repartía puntos a diestro y siniestro de modo que siempre ganaba la casa de Harry, Griffindor. También aquí se ve que la subjetividad campa a sus anchas.

En mi caso la recompensa era que cada mes se hacía una excursión al campo, andando naturalmente, y los  que habían perdido se quedaban en el colegio en clase de repaso. Es decir, era como una actividad extraescolar (entonces no se había acuñado este término) pero había que ganársela.

Nunca supe, ni siquiera me planteé, por qué el colegio tenía esa costumbre. Obviamente se aplicaba mucho más en los cursos más bajos. Según íbamos siendo mayores, se perdía el tener émulo. En mi opinión esto servía para acrecentar el sentido de la competición desde muy pequeño y también era un acicate para obtener mejores resultados en nuestros estudios. Puede que yo lleve la competición en mi ADN, pero en cualquier caso, esto me sirvió para aprender que ganar nunca resulta fácil y hay que competir con los mejores para que la balanza se decante a nuestro favor.

Estoy seguro de que si preguntamos a los niños y niñas de hoy en día sobre si conocen la palabra émulo, no sabrían que contestar (otra palabra a sumar a las que se perderán más pronto que tarde). Obviamente no es tan importante que se pierda la palabra, pero sí que se pierda (o quizás se ha perdido ya), la tradición de formar a las nuevas generaciones en lo competitiva que es la vida, sobre todo la vida profesional, y si no, que se lo pregunten a cualquier comercial que ha de sudar tinta para conseguir colocar su producto compitiendo con sus émulos.


Carletto

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