Otro de los recuerdos que
me quedan de mi niñez viene asociado a la palabra “Émulo”, una palabra que ya
casi no se utiliza, o al menos se oye muy raras veces.
Si cogemos el diccionario
de la RAE, nos dice que émulo es:
“Competidor de alguien o de algo, que procura
excederlo o aventajarlo”
Si alguien
se pregunta por qué tengo asociada esta palabra a mi niñez, la explicación no
puede ser más sencilla.
Algo
parecido lo encontramos en Harry Potter, aunque en el caso del Colegio de Magia
y Hechicería, los émulos eran cada casa en su conjunto y no cada uno de sus
miembros de forma individual. Al final, el director Dumbledore repartía puntos a
diestro y siniestro de modo que siempre ganaba la casa de Harry, Griffindor.
También aquí se ve que la subjetividad campa a sus anchas.
En mi caso
la recompensa era que cada mes se hacía una excursión al campo, andando
naturalmente, y los que habían perdido
se quedaban en el colegio en clase de repaso. Es decir, era como una actividad
extraescolar (entonces no se había acuñado este término) pero había que
ganársela.
Nunca supe,
ni siquiera me planteé, por qué el colegio tenía esa costumbre. Obviamente se aplicaba
mucho más en los cursos más bajos. Según íbamos siendo mayores, se perdía el
tener émulo. En mi opinión esto servía para acrecentar el sentido de la
competición desde muy pequeño y también era un acicate para obtener mejores resultados en
nuestros estudios. Puede que yo lleve la competición en mi ADN, pero en
cualquier caso, esto me sirvió para aprender que ganar nunca resulta fácil y hay que competir con los mejores para que la balanza se decante a nuestro favor.
Estoy
seguro de que si preguntamos a los niños y niñas de hoy en día sobre si conocen
la palabra émulo, no sabrían que contestar (otra palabra a sumar a las que se perderán más
pronto que tarde). Obviamente no es tan importante que se pierda la palabra,
pero sí que se pierda (o quizás se ha perdido ya), la tradición de formar a las
nuevas generaciones en lo competitiva que es la vida, sobre todo la vida
profesional, y si no, que se lo pregunten a cualquier comercial que ha de sudar
tinta para conseguir colocar su producto compitiendo con sus émulos.
Carletto
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