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viernes, 26 de diciembre de 2014

Caligrafía



Escribiendo en un blog parece normal que eche una ojeada a otros blogs de vez en cuando. En uno de  ellos  he visto una entrada relativa a la "caligrafía".  La autora lo escribe a cuenta de la noticia de que en Finlandia van a suprimir, o lo dejarán en una segunda prioridad, la enseñanza de la caligrafía.

Seguro que hay mucha gente que estará a favor y también mucha otra que estará en contra. No quiero entrar en polémicas pero, por si os encontráis por casualidad la entrada a la que me estoy refiriendo, os puedo ahorrar su lectura, pues su defensa de la caligrafía se basa en dos argumentos:

1.- Que nuestros mayores tenían una letra muy bonita porque habían estudiado cuidadosamente caligrafía.

2.- Se preguntaba a qué se iban a dedicar los grafólogos, si la gente dejaba de escribir de su puño y letra.

A nivel personal siempre me estoy haciendo preguntas. Una de ellas es cómo reconocer que me he vuelto viejo. La respuesta, si del físico hablamos, la descubrí  relativamente en poco tiempo y, aunque suene a risa, será cuando no pueda ponerme los calcetines de pie. No voy a dar la explicación a esta conclusión pues, si lo pensáis un poco, llegará por sí sola.

En cuanto al intelecto, me costó un poco más. Se podría decir que es cuando la memoria empieza a fallar, o cuando nos cueste seguir un razonamiento relativamente sencillo, o bien cuando tengamos dificultades para hacer cálculos mentales. Sin embargo, la conclusión a la que he llegado es un poco distinta y tiene que ver con el artículo al que he hecho referencia.  Mi respuesta es que me habré vuelto viejo de alma "Cuando piense que todo lo pasado fue mejor".

Las consecuencias de la supresión de la caligrafía como ahora la entendemos no se verán sino en la siguiente generación, pero de lo que estamos seguros es de que dicha generación ha de aprender las herramientas imprescindibles para poder desarrollarse con desenvoltura en el medio que les tocará vivir, tanto profesional como personalmente. Encastillarse diciendo que es una barbaridad dejar de aprender caligrafía pensando que siempre se ha hecho así, creo que es un síntoma inequívoco de que la ancianidad está llamando a tu puerta. No importa la edad, tu intelecto ha dejado de estar abierto a cosas nuevas.

Por poner un ejemplo, ¿Qué habría pasado si se hubiera desdeñado la imprenta diciendo que siempre se habían copiado los libros a mano? Nunca lo sabremos, pero lo que sí sabemos es que la humanidad se ha movido y progresado provocando cambios que, en su momento, parecían fuera de razón, pero que al final se ha visto que no era así.

Ni qué decir tiene que dejaré de visitar el blog que ha suscitado esta reflexión. Quiero creer que aún tengo interés por los cambios y también por lo que me depara el futuro (a pesar de que reconozco que soy un nostálgico empedernido).

Carletto

2 comentarios:

  1. Como alguien a quien le obligaron a rellenar montones de cuadernillos Rubio con resultados prácticamente nulos, porque tenía y sigo teniendo una pésima caligrafía, no puedo más que estar a favor de las medidas tomadas en Finlandia. En las redes se dio a entender que lo que iba a hacerse era dejar de enseñar a escribir a mano (algo que me costaba creer), pero si se trata de elegir entre una bella letra o manejar con soltura el teclado qwerty, sin duda me quedo con esto último.
    Y tu reflexión me gusta más todavía, nostalgicos pero no tanto que nos impida valorar el presente o del futuro...

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    1. Hola,

      Me congratula que compartas mi reflexión. Todos pasamos por el suplicio que era rellenar líneas y líneas imitando la plantilla para que llegado el momento de tener que tomar apuntes, la letra irremisiblimente se deformaba.

      Las costumbre cambian y no hace falta irse muy lejos porque, ¿Cuántas veces nos vemos en la obligación de tener que escribir a mano? Me temo que ya muy pocas, incluso se aceptan mails o mensajes grabados como prueba de que contratamos algo. Nuestra firma de puño y letra cada vez está más en desuso.

      Gracias por leer mis desvaríos.

      Ciao,
      Carletto

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