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Temas de los que escribo
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lunes, 25 de noviembre de 2013
lunes, 18 de noviembre de 2013
El maestro del Prado
En las fechas que estamos quizá algunos de los que siguen mi blog hayan ya leído
el libro “El maestro del Prado” de Javier Sierra, puesto que su primera edición
vio la luz en febrero de este año 2013. Para los que aún no lo hayan hecho, y/o para los curiosos, voy
a escribir mi opinión sobre el mismo.
Aunque en alguna entrevista que concedió el autor cuando se publicó el libro, me parece recordar que dijo que tenía tintes autobiográficos, yo no estoy tan seguro, ya que creo que debe mucho más a la imaginación del escritor que a sucesos que le hayan acaecido realmente. Sea como fuere, narra una historia en la que el propio autor es uno de los protagonistas. No es la primera vez que esto ocurre en novelas de ficción, ya que, por citar sólo a uno, Paul Auster lo ha hecho en no pocas ocasiones.
Digo uno de los protagonistas porque, a mi modo de ver, el principal es el Museo del Prado, y sobre todo, los cuadros que cita y describe a lo largo de la historia. Ni qué decir tiene, que una vez terminado de leer, se siente un deseo imperioso de acudir al Prado y admirar con detenimiento, todas y cada de las obras que cita el autor, claro que intentando no coincidir con los casi 3 millones de visitantes que este museo recibe cada año, labor que no creo que resulte fácil. Supongo que ver los cuadros con las salas llenas de gente también es válido pero no hay duda de que será necesario un mayor poder de concentración para no distraerse con el ir y venir de los turistas.
Aunque en alguna entrevista que concedió el autor cuando se publicó el libro, me parece recordar que dijo que tenía tintes autobiográficos, yo no estoy tan seguro, ya que creo que debe mucho más a la imaginación del escritor que a sucesos que le hayan acaecido realmente. Sea como fuere, narra una historia en la que el propio autor es uno de los protagonistas. No es la primera vez que esto ocurre en novelas de ficción, ya que, por citar sólo a uno, Paul Auster lo ha hecho en no pocas ocasiones.
Digo uno de los protagonistas porque, a mi modo de ver, el principal es el Museo del Prado, y sobre todo, los cuadros que cita y describe a lo largo de la historia. Ni qué decir tiene, que una vez terminado de leer, se siente un deseo imperioso de acudir al Prado y admirar con detenimiento, todas y cada de las obras que cita el autor, claro que intentando no coincidir con los casi 3 millones de visitantes que este museo recibe cada año, labor que no creo que resulte fácil. Supongo que ver los cuadros con las salas llenas de gente también es válido pero no hay duda de que será necesario un mayor poder de concentración para no distraerse con el ir y venir de los turistas.
miércoles, 13 de noviembre de 2013
Palillero y plumín
¿Hay algo más inquietante, perturbador y zozobrante, pero que a la vez cause más emoción que el primer día en un nuevo colegio? Espero que muchas personas coincidan conmigo en que la respuesta es no.
Héteme aquí con ocho años, a punto de ir al nuevo colegio de mayores después de cinco deambulando por el de párvulos. Tenía un montón de libros nuevos, forrados con papel satinado, aquél que era azul por fuera y marrón por dentro y que había pegado con el célebre “pegamín”. Para distinguir un libro de otro había puesto esas etiquetas con el borde dentado, donde se podían leer cosas tan sugerentes como: Geografía, Ortografía, Aritmética, Geometría etc. etc. etc. Era la primera vez que tenía tantos libros separados por materias, ya que anteriormente sólo manejaba uno para todo. Se me antojaba entonces una empresa de héroes el poder memorizar todo lo que allí había escrito. Si se ponían unos libros encima de los otros bien podrían alcanzar una altura de más de un palmo y, a diferencia de los actuales, casi todo era texto, apoyado sólo por unas escuetas fotos o unos diminutos dibujos.
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