El abrir la ventana de nuestra habitación nos produjo una
sensación agridulce. Por un lado teníamos ante nosotros un espectáculo
magnífico; las altas colinas que rodeaban al pueblo se adornaban con diademas
blancas, fruto de las nieves caídas durante la noche, por otro lado el cielo era
de un gris plomizo que aumentaba nuestras preocupaciones.
Con todo y con ello decidimos asaltar el Parque Natural de la
Sierra de Cebollera en la medida que la lluvia y demás elementos nos dejasen.
Tomamos buena nota de los consejos, explicaciones y documentación que tan
amablemente nos proporcionaron tanto donde nos alojábamos (luego diré donde),
como en el Centro de Interpretación del parque, y así nos dirigimos al punto de
partida.
El parque consta de siete rutas señalizadas, pero nosotros decidimos hacer una mezcla de
dos de ellas, quizás las que más renombre tienen entre los visitantes al
parque, la de las Cascadas y la del Achichuelo.
Iniciamos nuestra ruta en el refugio que hay en la senda del
Achichuelo. Como anécdota diré que este refugio no nos resultó fácil de identificar
porque la pista asfaltada continúa monte
arriba, lo que hizo que nos despistaramos. Unos cientos de metros más arriba se
convierte en una pista forestal que no hacía presagiar nada bueno a nuestro
vehículo urbanita. De modo que volvimos sobre nuestros pasos con algunos apuros
para dar la vuelta al coche, pues la anchura de la pista era todo menos generosa.
Otro posible error, que no tuvo mayores consecuencias, es que
hicimos algo que nunca se debe hacer, “Ponerse en ruta con las cantimploras
vacías”. La razón fue que nos resultó imposible localizar una fuente que nos habían jurado que
existía por la zona. De hecho existe, pero unos 300 metros más abajo de donde
nosotros la buscamos. Me consta porque al finalizar la excursión dimos con ella
por pura casualidad.
Sin más preámbulos diré que nos pusimos a andar con el
chubasquero, con el gorro y con los guantes de lana. La temperatura no perdía
de vista los cero grados o casi, y un dulce aguanieve se depositaba suavemente
sobre nuestras cabezas. La ruta comienza siguiendo la pista asfaltada a la que
antes me he referido, y la lluvia no fue un problema porque rápidamente el
paraguas natural que provocan las hayas nos dió cierta sensación de alivio.
Hago una parada breve en mi relato para expresar lo curioso
que son estos árboles. Las ramas crecen casi paralelas al suelo, y las hojas
cambian su inclinación en función del sol, de modo que hacen de persiana
natural, tamizando la luz de tal forma que en un bosque de hayas es algo más
que fácil perder la orientación. También,
por esta razón, la zona que hay debajo de las ramas goza de unas condiciones de
temperatura y sobre todo de humedad que, por sólo citar un ejemplo, hace que las piedras
que se anclan firmemente en el suelo, se vistan de un color verde vivo,
prestado de la gruesa capa de musgo que las arropa.
Después de este breve inciso volvemos a la excursión. Sin
prisa pero sin descanso, una suave pendiente nos lleva a lo que será nuestro
primer hito, las Cascadas. Vamos siempre por la margen izquierda del río hasta
que un cartel nos anuncia que las Cascadas de Puente Ra se sitúan a 1,7 Km. Ahí
cruzamos un pequeño puente, y la última parte de la ascensión la realizamos por
la margen derecha.
Después de aproximádamente una hora, llegamos a las Cascadas. La señalización
es inmejorable y no ha habido nigún despiste.
En este lugar los pequeños saltos
de agua se suceden unos a otros, y la música cantarina del agua al cambiar de
piso me trae sensaciones de paz y de alegría. Aunque la pendiente ha sido
continua, el llegar hasta aquí no puede calificarse sino de paseo. Nos han
acompañado diversos trinos de pájaros, pero me siento incapaz de reconocerlos.
De lo que no hubo rastro fue del famoso picapinos, tan frecuente en este tipo
de bosques.
Una vez que hemos
descansado brevemente y llenado nuestras cantimploras, volvemos sobre nuestros
pasos hasta localizar y coger un desvío que hay a la derecha del camino y que
da paso a una senda que sube en zigzag por la ladera del monte. Ahora sí que se
pone en completo funcionamiento el corazón, y no hay más remedio que pedir un
esfuerzo mayor a nuestras piernas. Avanzamos a buen ritmo por un bosque de
pinos silvestres. La temperatura ha subido, ya no llueve y sobran gorros,
guantes y chubasquero.
Me pararé aquí también
para hablar un poco de los pinos silvestres, también llamados albares por su
corteza asalmonada, y también de Valsaín por la profusión que hay de los mismos
en el sur de la provincia de Segovia en la sierra que comparte con la Comunidad
de Madrid. Estos pinos son inconfundibles, altos como veletas, suben rectos
hacía el cielo y con la copa en todo lo alto, muy por encima de nuestras
cabezas. A lo largo del tronco se ven restos de las antiguas ramas. Pues bien,
la altura de sus copas y la pérdida constante de las ramas bajas es un mecanismo
de defensa del propio árbol, ya que en
caso de un incendio a ras de suelo, la vida del árbol estaría fuera de peligro.
Continuamos la ruta hasta
alcanzar una ancha pista forestal por la que nos cruzamos con un 4*4 de
mantenimiento del parque. Hemos alcanzado el punto álgido de esta primera parte
del recorrido e iniciamos el descenso hasta la ermita de Lomos de Orio, alcanzándola en poco más de una hora desde
que retomamos nuestro caminar en las Cascadas.
Visitamos la pequeña y
deteriorada ermita, bebemos la fresca agua de la Fuente Chilena y seguimos
nuestra ruta tras alguna duda, pues el siguiente mojón se encuentra justo
detrás de la ermita en dirección a lo alto del monte. Esta vez no hay zigzag
que valga, el camino sube recto hacia el cielo y las piernas se mueven con
dificultad. En muy pocos minutos ascendemos más de 120 metros. Menos mal que el
piso era bueno sin esas piedras sueltas tan habituales en los senderos de
montaña. Después de pasar por un antiguo chozo de pastor con sus rediles, alcanzamos
lo que, esta vez sí, sería el punto más alto del día. A partir de aquí todo, o
casi todo sería bajada.
El bosque ha cambiado,
sigue siendo de pinos pero es mucho menos denso que anteriormente. También nos encontramos
hayas, acebos, rebollos, estos últimos aún con los brotes sin abrir debido a
las bajas temperaturas que se dan. El camino se vuelve muy ancho con rodadas de
máquinas y multitud de pequeñas ramas por los suelos. Todo ello es síntoma de
la “saca” o explotación ordenada de los bosques, de tal forma que se
aprovecha lo que estos nos proporcionan
pero sin provocar su desaparición.
La dificultad de esta
parte fue doble, por un lado la fuerte pendiente, que nos llevaría sin tregua a
un punto del río bastante más bajo de donde habíamos dejado el coche y por otro,
el firme embarrado que nos acompañaría gran parte de la bajada. La anécdota
agradable fue la manada de ciervos que cruzaron el camino a pocos
metros de nosotros. Nuestro caminar silencioso hizo que pasáramos inadvertidos
para estos animales. Tras un largo trecho
llegamos al río Iregua, llevábamos más de cuatro horas desde que salimos
del refugio, no habíamos comido y las fuerzas empezaban a flaquear. Un poco más
de esfuerzo, más barro, y una última subida por la margen derecha del río nos
llevarían al punto donde habíamos dejado nuestro vehículo.
En total habían sido cinco
horas justas, con unas pocas y breves
paradas para beber, coger resuello y hacer unas fotos, pero ha merecido la
pena. Las vistas de las que hemos disfrutado, los sonidos, los olores, todo ha
sido maravilloso.
A los pocos minutos se
desató una tormenta de agua y viento que, si nos hubiera cogido en plena
caminata, habría supuesto llegar como sopas al coche, de nada habrían servido chubasqueros o paraguas, pero esta vez fuimos afortunados.
Si vais por allí os
recomiendo que os alojéis en la Posada de la Almazuela en Montenegro de Cameros. Excelente hotel rural
con una ubicación idónea para acceder al parque.
Carletto, May '13
Que bien, que envidia me da, sana claro. Todas las cosas que veis, y contra viento y marea, tienen que ser preciosas. Hay que ver lo que tenemos en España y lo conocemos.
ResponderEliminarClaro hay que estar preparado para andar tanto.
Seguid asi.