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lunes, 24 de junio de 2013

La chica del fagot



Es Junio, mes de grandes alegrías y también de no pocas decepciones. Mes de nervios, de concentración, de noches sin dormir, de dudas, de vacilaciones, de incertidumbres...  Mes de exámenes, lo que trae consigo muchos suspiros y algún que otro llanto… El sentir general es que nuestro futuro profesional deriva de lo que ocurre en este mes, pero… yo no estoy tan seguro…


Muchas veces me he preguntado si la gente se dedica en su vida adulta a lo que había pensado cuando era niño o adolescente, y lo que he comprobado  es que no pocas veces la gente estudia cosas que luego abandona o, que son inviables profesionalmente o, en otros casos, porque la vida nos lleva a puertos con los que no habíamos podido ni siquiera imaginar. Por si alguien se lo pregunta, mi caso podría ser un buen ejemplo.

Cuando yo estaba en la edad que podemos llamar universitaria me encontré con gente que tenía tantas dudas que se matriculó en dos carreras de forma simultánea, y no en dos carreras afines sino en algo tan dispar como en Medicina e Ingeniería. Sin llegar a terminar el primer curso, tuvieron que elegir, pues si difícil es cursar una carrera o un grado como se llama ahora, mucho más difícil (imposible diría yo) el hacer dos. La pregunta es si realmente optó por la que realmente le hubiera gustado ejercer o, por el contrario, le movieron otras razones que a mí se me escapan. Eran otros tiempos, no había el famoso “Número cerrado” y sobraban plazas en cualquier facultad o escuela de cualquier universidad.

Por poner sólo algunos ejemplos, no pocas veces me he encontrado a un vendedor de inmuebles con el título de Caminos, o a un brillante hostelero con el de Lingüista, y no hablo de los tiempos actuales en los que es preciso hacer lo indecible para trabajar, sino de tiempos en los que la oferta y la demanda estaban razonablemente equilibradas.

Mi opinión es que la vida es caprichosa y te va llevando por caminos y vericuetos, insospechados para nosotros cuando damos los primeros pasos. Es verdad que tenemos un cierto poder de decisión, pero no siempre tenemos todos los datos para hacerlo de la forma idónea.

Para terminar voy a citar un caso del que me percaté no hace mucho y, si bien cierto que es una pura especulación, me parece relevante el reflexionar sobre el mismo. Como digo, hace poco asistí a un concierto de música clásica en la que el fagot tenía un papel fundamental,  y la persona que manejaba tan curioso instrumento era un joven. En un breve lapsus, en el que perdí la concentración en la obra que se interpretaba, me pregunté cómo aquella joven mujer había llegado a la conclusión de  que su vida iba a ser “el fagot”. Puede que su padre o su madre tuvieran la misma profesión, pero obviando este caso, no me imagino a una incipiente adolescente diciendo a sus padres “De mayor quiero ser la que toca el fagot”. Entendería que la llamara la atención el violín o la viola porque son muchos y están más cerca del público, o quizás los timbales por lo grandes y por el estruendo que forman, pero ¡El fagot, escondido en la tercera o cuarta fila y con su sonido casi sordo!

¿De qué forma jugó el destino con esta joven para que se dedicara al fagot? La respuesta  no la tengo, pero refuerza mi opinión de que la vida es caprichosa y nos hace descubrir lo que somos capaces de hacer sin que nosotros supiéramos que podíamos hacerlo.

Buen Junio a todos!!!!

Carletto

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