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lunes, 3 de junio de 2013

La generación perdida (1)



Un ser humano se siente seguro cuando comprende, conoce y, en cierta medida, domina el mundo que le rodea.  No hay cosa que nos genere más inseguridad que un cambio en nuestras vidas. Ejemplos tales como un cambio de casa, de trabajo, de ciudad, nos genera un grado de ansiedad que va desapareciendo poco a poco cuando volvemos a conocer  la nueva situación, es decir, cuando sentimos de nuevo la orientación y la seguridad que nos faltaba. En caso contrario, se puede decir que estamos perdidos.


Recientemente se ha acuñado el término “Generación perdida” cuando nos referimos a la gran cantidad de jóvenes que están teniendo tantas dificultades para encontrar su camino en los tiempos difíciles en los que nos encontramos. Sin embargo, yo veo también una generación que está perdida (o a punto de perderse) en aquellas personas nacidas, pongamos una fecha, antes de 1955, y que están viendo como el mundo que conocían y les daba seguridad está desapareciendo.

No me voy a referir hoy a temas tales como los avances científicos o tecnológicos. Esta vez me centraré en algo mucho más simple, “Las salas de proyección de películas”, lo que comúnmente llamamos “El cine”.
Esta “Generación perdida” se llevará consigo “El cine”, de hecho ya hay provincias que no cuentan con ninguna sala, la última, Pontevedra. Me acuerdo cuando la única diversión del domingo era ir al cine, bien en sesión doble, cuando hablábamos de cine de barrio, o a una sesión cuando era de estreno.  Una peli, y luego unas tapas con una cerveza o un vino y una buena tertulia con los amigos sobre lo que habías visto y tenías hecha la tarde.

Apuntan diferentes razones para que se produzca este fenómeno, pero yo quiero pensar que cada generación se ha llevado consigo algo, es decir, cosas vigentes en su época y que luego han desaparecido con ella. Ejemplos hay muchos, las barras de hielo vendidas por la calle (hasta que llegó el frigorífico), el aprender caligrafía en la escuela con plumín y tinta de la de verdad (hasta que llegó el bolígrafo), los coches al punto y, tantos y tantos otros.

Es un poco triste ver como tu mundo se va desvaneciendo poco a poco, empiezas a dejar de lado las cosas porque te resultan difíciles o incómodas y de repente te das cuenta que tu mundo ya no está. El único consuelo es que esto ha sido y será así siempre. Las nuevas generaciones aunque las llamemos perdidas, luchan y lucharán por abrirse paso con sus nuevos cachivaches (ahora llamados gadgets), y no os quepa duda de que lo lograrán.

Carletto

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