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lunes, 20 de mayo de 2013

Senderismo por la Sierra de Cebollera (La Rioja)




El abrir la ventana de nuestra habitación nos produjo una sensación agridulce. Por un lado teníamos ante nosotros un espectáculo magnífico; las altas colinas que rodeaban al pueblo se adornaban con diademas blancas, fruto de las nieves caídas durante la noche, por otro lado el cielo era de un gris plomizo que aumentaba nuestras preocupaciones.






Con todo y con ello decidimos asaltar el Parque Natural de la Sierra de Cebollera en la medida que la lluvia y demás elementos nos dejasen. Tomamos buena nota de los consejos, explicaciones y documentación que tan amablemente nos proporcionaron tanto donde nos alojábamos (luego diré donde), como en el Centro de Interpretación del parque, y así nos dirigimos al punto de partida.

El parque consta de siete rutas señalizadas,  pero nosotros decidimos hacer una mezcla de dos de ellas, quizás las que más renombre tienen entre los visitantes al parque, la de las Cascadas y la del Achichuelo.

Iniciamos nuestra ruta en el refugio que hay en la senda del Achichuelo. Como anécdota diré que este refugio no nos resultó fácil de identificar porque  la pista asfaltada continúa monte arriba, lo que hizo que nos despistaramos. Unos cientos de metros más arriba se convierte en una pista forestal que no hacía presagiar nada bueno a nuestro vehículo urbanita. De modo que volvimos sobre nuestros pasos con algunos apuros para dar la vuelta al coche, pues la anchura de la pista era todo menos generosa.

Otro posible error, que no tuvo mayores consecuencias, es que hicimos algo que nunca se debe hacer, “Ponerse en ruta con las cantimploras vacías”. La razón fue que nos resultó imposible  localizar una fuente que nos habían jurado que existía por la zona. De hecho existe, pero unos 300 metros más abajo de donde nosotros la buscamos. Me consta porque al finalizar la excursión dimos con ella por pura casualidad.

Sin más preámbulos diré que nos pusimos a andar con el chubasquero, con el gorro y con los guantes de lana. La temperatura no perdía de vista los cero grados o casi, y un dulce aguanieve se depositaba suavemente sobre nuestras cabezas. La ruta comienza siguiendo la pista asfaltada a la que antes me he referido, y la lluvia no fue un problema porque rápidamente el paraguas natural que provocan las hayas nos dió cierta sensación de alivio.

Hago una parada breve en mi relato para expresar lo curioso que son estos árboles. Las ramas crecen casi paralelas al suelo, y las hojas cambian su inclinación en función del sol, de modo que hacen de persiana natural, tamizando la luz de tal forma que en un bosque de hayas es algo más que fácil perder la orientación.  También, por esta razón, la zona que hay debajo de las ramas goza de unas condiciones de temperatura y sobre todo de humedad que, por  sólo citar un ejemplo, hace que las piedras que se anclan firmemente en el suelo, se vistan de un color verde vivo, prestado de la gruesa capa de musgo que las arropa.



Después de este breve inciso volvemos a la excursión. Sin prisa pero sin descanso, una suave pendiente nos lleva a lo que será nuestro primer hito, las Cascadas. Vamos siempre por la margen izquierda del río hasta que un cartel nos anuncia que las Cascadas de Puente Ra se sitúan a 1,7 Km. Ahí cruzamos un pequeño puente, y la última parte de la ascensión la realizamos por la margen derecha.

Después de aproximádamente  una hora, llegamos a las Cascadas. La señalización es inmejorable y no ha habido nigún despiste.  En este lugar  los pequeños saltos de agua se suceden unos a otros, y la música cantarina del agua al cambiar de piso me trae sensaciones de paz y de alegría. Aunque la pendiente ha sido continua, el llegar hasta aquí no puede calificarse sino de paseo. Nos han acompañado diversos trinos de pájaros, pero me siento incapaz de reconocerlos. De lo que no hubo rastro fue del famoso picapinos, tan frecuente en este tipo de bosques.

Una vez que hemos descansado brevemente y llenado nuestras cantimploras, volvemos sobre nuestros pasos hasta localizar y coger un desvío que hay a la derecha del camino y que da paso a una senda que sube en zigzag por la ladera del monte. Ahora sí que se pone en completo funcionamiento el corazón, y no hay más remedio que pedir un esfuerzo mayor a nuestras piernas. Avanzamos a buen ritmo por un bosque de pinos silvestres. La temperatura ha subido, ya no llueve y sobran gorros, guantes y chubasquero.

Me pararé aquí también para hablar un poco de los pinos silvestres, también llamados albares por su corteza asalmonada, y también de Valsaín por la profusión que hay de los mismos en el sur de la provincia de Segovia en la sierra que comparte con la Comunidad de Madrid. Estos pinos son inconfundibles, altos como veletas, suben rectos hacía el cielo y con la copa en todo lo alto, muy por encima de nuestras cabezas. A lo largo del tronco se ven restos de las antiguas ramas. Pues bien, la altura de sus copas y la pérdida constante de las ramas bajas es un mecanismo de defensa del propio árbol,  ya que en caso de un incendio a ras de suelo, la vida del árbol estaría fuera de peligro. 

Continuamos la ruta hasta alcanzar una ancha pista forestal por la que nos cruzamos con un 4*4 de mantenimiento del parque. Hemos alcanzado el punto álgido de esta primera parte del recorrido e iniciamos el descenso hasta la ermita de Lomos de Orio,  alcanzándola en poco más de una hora desde que retomamos nuestro caminar en las Cascadas.

Visitamos la pequeña y deteriorada ermita, bebemos la fresca agua de la Fuente Chilena y seguimos nuestra ruta tras alguna duda, pues el siguiente mojón se encuentra justo detrás de la ermita en dirección a lo alto del monte. Esta vez no hay zigzag que valga, el camino sube recto hacia el cielo y las piernas se mueven con dificultad. En muy pocos minutos ascendemos más de 120 metros. Menos mal que el piso era bueno sin esas piedras sueltas tan habituales en los senderos de montaña. Después de pasar por un antiguo chozo de pastor con sus rediles, alcanzamos lo que, esta vez sí, sería el punto más alto del día. A partir de aquí todo, o casi todo sería bajada.

El bosque ha cambiado, sigue siendo de pinos pero es mucho menos denso  que anteriormente. También nos encontramos hayas, acebos, rebollos, estos últimos aún con los brotes sin abrir debido a las bajas temperaturas que se dan. El camino se vuelve muy ancho con rodadas de máquinas y multitud de pequeñas ramas por los suelos. Todo ello es síntoma de la “saca” o explotación ordenada de los bosques, de tal forma que se aprovecha  lo que estos nos proporcionan pero sin provocar su desaparición.

La dificultad de esta parte fue doble, por un lado la fuerte pendiente, que nos llevaría sin tregua a un punto del río bastante más bajo de donde habíamos dejado el coche y por otro, el firme embarrado que nos acompañaría gran parte de la bajada. La anécdota agradable fue la manada de ciervos que cruzaron el camino a pocos metros de nosotros. Nuestro caminar silencioso hizo que pasáramos inadvertidos para estos animales. Tras un largo trecho  llegamos al río Iregua, llevábamos más de cuatro horas desde que salimos del refugio, no habíamos comido y las fuerzas empezaban a flaquear. Un poco más de esfuerzo, más barro, y una última subida por la margen derecha del río nos llevarían al punto donde habíamos dejado nuestro vehículo.

En total habían sido cinco horas justas,  con unas pocas y breves paradas para beber, coger resuello y hacer unas fotos, pero ha merecido la pena. Las vistas de las que hemos disfrutado, los sonidos, los olores, todo ha sido maravilloso.

A los pocos minutos se desató una tormenta de agua y viento que, si nos hubiera cogido en plena caminata, habría supuesto llegar como sopas al coche, de nada habrían servido chubasqueros o paraguas, pero esta vez fuimos afortunados.

Si vais por allí os recomiendo que os alojéis en la Posada de la Almazuela en  Montenegro de Cameros. Excelente hotel rural con una ubicación idónea para acceder al parque.

Carletto, May '13

1 comentario:

  1. Que bien, que envidia me da, sana claro. Todas las cosas que veis, y contra viento y marea, tienen que ser preciosas. Hay que ver lo que tenemos en España y lo conocemos.

    Claro hay que estar preparado para andar tanto.

    Seguid asi.

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